Gibraltar

GIBRALTAR 
(Sección de viajes de la revista Ecología) 
Manuel Velasco

Gibraltar es una singularidad en todos sus aspectos, y el más evidente de ellos es el aspecto del propio Peñón. 

Mirándolo desde lejos, aparece como una gran mole pétrea que hubiese caído desde el cielo, como algo fuera de lugar respecto a los elementos que hay a su alrededor. Pero no sólo no cayó del cielo, sino que surgió de las profundidades mar, ya que la piedra caliza que lo forma está compuesta por pequeños fósiles marinos que fueron depositándose en el fondo del océano durante millones de años y formando una gran masa pétrea. Esta masa sería sacada a la superficie cuando el continente africano chocó con el europeo (el mismo choque que formó los Pirineos o los Alpes), quedando como una isla entre los dos continentes, uniéndose más tarde a Europa a través de un istmo arenoso. La propia naturaleza caliza del Peñón hizo que el agua de la lluvia fuese forjando, a lo largo de miles de años, las grutas interiores, como la cueva de San Miguel. Esta cueva es uno de los lugares más visitados de Gibraltar y cuenta con varias galerías donde puede verse una impresionante coleccion de estalactitas y estalagmitas (hasta de 40 metros) bien iluminadas, más una especie de sala principal, llamada la Catedral, que sirve como impresionante fondo para conciertos. Existen leyendas que aseguran que la cueva no tiene final, ya que continúa bajo el mar, por lo que podría llegarse a Africa a través de ella. Bajo la cueva de San Miguel hay otra con un lago, pero esta es de más difícil acceso, ya que precisa del acompañamiento de un guía y un pequeño equipo de escalada. Esta cueva se encuentra en la Reserva Natural del Peñón (Upper Rock Natural Reserve), donde también puede observarse las peculiaridades de la fauna y flora de Gibraltar. 

Sin duda, la más conocida es la de los monos. Estos "macacos sin rabo" fueron traídos por las tropas británicas como mascotas, en el siglo XVIII; algunos se escaparon, originando lo que actualmente constituye la única colonia de monos libres en Europa. Hay unos doscientos, que suelen estar en el monkey's den, donde reciben comida y atenciones. Son pacíficos y posan pacientemente para los turistas, aunque a veces estos tienen que soportar sus travesuras, como quedarse sin gorra o gafas de sol, objetos que a los monos les debe llamar especialmente la atención. Antes, y tal vez por aquella frase que aseguraba "los británicos se irán de Gibraltar cuando se vayan los monos", eran los militares los encargados de su cuidado, con fondos especiales que el gobierno destinaba a tal fin (incluso a los monos enfermos los llevaban al hospital de la Marina), aunque, desde que se creó el actual parque natural, es una empresa privada la que se ocupa de ellos. El entorno es un paisaje de pinos y olivos y, según temporada, una variedad local de lavanda o el endémico carraspique, que alegran el paisaje con el color de sus pequeñas flores. Allí también puede verse la perdiz moruna, traída igualmente de Africa, la lagartija ibérica o la serpiente chirrionera. Ya no quedan muchos de los animales que en otros tiempos poblaban Gibraltar, como jabalíes, zorros o águilas imperiales. Lo que sí hay en exceso son gaviotas, debido a que han desaparecido sus predadores naturales que mantenían el equilibrio de la cadena biológica. 

 Desde la cumbre pueden verse los watercathments, que son unas planchas metálicas que cubren un tramo de la pendiente oriental del Peñón, lugar especialmente castigado por las lluvias y el viento de levante, que provocan desprendimientos y desgastan poco a poco su perfil. Estas placas constituyeron el sistema para conseguir agua potable, ya que Gibraltar carece de ríos o manantiales propios; el agua de lluvia era canalizada desde allí hacia unos enormes depósitos en el interior. Este sistema, aunque efectivo, llegó a resultar insuficiente, por lo que ahora se consigue por destilación del agua de mar. Bajo las planchas metálicas existe una duna fósil, cuya parte inferior puede verse desde el mar a consecuencia del levantamiento de algunas de las placas provocado por un fuerte temporal. 

 Desde los miradores de la zona occidental, se contempla la ciudad empequeñecida por la distancia, con el puerto y el aeropuerto construidos sobre tierra ganada al mar (las rocas procedentes de las excavaciones de las galerías); al frente, la costa española y Algeciras, y, en medio, los barcos anclados en la bahía. También destaca la gran refinería que, según sople el viento, hace llegar sus productos tóxicos hasta Gibraltar; a este motivo se le achacan el alarmante aumento de casos de cáncer que ha ocasionado que las compañías aseguradoras inglesas hayan excluido esta enfermedad de sus pólizas de seguros. Gibraltar también es un lugar privilegiado para contemplar el paso de las aves migratorias, que tienen aquí el punto de referencia más próximo entre Europa y Africa. 

 Desgraciadamente ya no lo es tanto para las migraciones de las ballenas y de las tortugas como lo fue en otros tiempos. Los que sí permanecen son los delfines, que han encontrado en la bahía un lugar seguro donde comer y aparearse. Puede hacerse una excursión en barco para verlos de cerca, como cuando se lanzan a uno de sus juegos habituales: hacer una especie de carrera con el barco, situándose a proa, o dando alegres saltos fuera del agua. 

Artículo publicado en la revista Ecología / 1998 © Manuel Velasco

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