Tabarca

ISLA DE TABARCA
Comunidad Valenciana 
  Manuel Velasco
(publicado en Grandes Viajes)

Pasaron ya los tiempos en que esta pequeña isla fuese una base para que los piratas barberiscos planeasen sus correrías por tierras de levante. Afortunadamente, los barcos que ahora se acercan a Tabarca vienen cargados de turistas dispuestos a pasar una jornada agradable y a comer un buen arroz en alguno de los numerosos restaurantes. 
 Su nombre procede de la isla homónima de Túnez, de donde fueron liberados unos trescientos prisioneros genoveses por Carlos III, tras el pago de un considerable rescate, a quienes se les ofreció habitar esta isla; a partir de entonces dejó de ser tierra de nadie o refugio de piratas. Quienes pueden apreciarlo, dicen que a los actuales tabarquinos se les nota cierto deje italiano cuando hablan en valenciano. 
 En las fotos aéreas, Tabarca parece un ocho; uno de los lóbulos lo ocupa el pueblo y el otro está libre. Vista desde el mar, sus poca altura apenas la hacen sobresalir entre el horizonte hasta que el barco está bastante próximo. El pueblo está rodeado por una muralla, siendo posible el acceso por tres puertas: San Rafael, cerca del puerto, San Miguél, cerca de la iglesia, y San Gabriél, en el extremo del pueblo, frente a la costa de Alicante. Mientras que la parte que podemos llamar campo está bordeada por un sendero que nos lleva por el contorno de esta parte de la isla, donde hay pequeñas calas ideales para el baño en sus agua limpias o pequeños acantilados, perfectos para la pesca (lubina, mero, dorada), y otro sendero que lo atraviesa por el centro y que nos lleva hasta el faro, rodeado de una rala vegetación de matorrales y chumberas; no hay un solo árbol debido a los fuertes vientos y a la falta de agua. 
Cerca del cementerio podemos contemplar el islote de la Nao y, según bordeamos la isla, otros con nombres tales como el Escull Roig, la Galera o la Cova del Llop Marí; este último se llama así (Cueva del Lobo Marino) porque en un tiempo albergó una comunidad de focas monje. 
 Pero como llega la hora de comer, volvamos al pueblo entrando por la puerta de San Rafael. Numerosos restaurantes ofrecen el reclamo de sus buenas comidas. La especialidad lógica, teniendo en cuenta donde estamos, son los arroces y los pescados. Los menús y los precios se repiten de forma casi clónica: arroz negro (con calamares), arroz caldoso (arrós caldoset) con lechola, fideuá. Nos decantamos por uno que no conocemos: caldero, compuesto de dos platos: el primero con el pescado y el segundo con el arroz cocido en el caldo del mismo pescado, acompañado de ali-oli. 
 Terminada la comida, aun queda tiempo para darse otra vueltecita y ayudar a la digestión. La iglesia, teniendo en cuenta el ancestral gusto de los piratas mediterráneos por estas costas, se construyó a modo de fortaleza, con un gran espacio subterráneo que los tabarquinos utilizaban para refugiarse cuando la ocasión lo requería; está dedicada a San Pedro y San Pablo y es de estilo neoclásico. 
 Y llega la hora de salida del barco de regreso, pero quienes quieran permanecer más días en Tabarca tienen a su disposición el Hotel Casa del Gobernador, bonito edificio restaurado que fue hasta el siglo pasado la sede del jefe militar de la isla.

 
artículo publicado en la revista Grandes Viajes / 1997 © Manuel Velasco

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