Las piedras esféricas de Costa Rica

Artículo publicado en la revista Enigmas de la Arqueología / 2002 

  LAS PIEDRAS ESFERICAS DE COSTA RICA 

Manuel Velasco

Aunque se les puede encontrar en los más diversos lugares de América, desde la región de la Patagonia hasta el estado de Tennesee, es en Costa Rica donde más abundan. No se sabe a ciencia cierta su procedencia o utilidad y las más diversas hipótesis florecen a la luz del desconocimiento, desde las meramente geológicas, que sitúan su origen en las erupciones volcánicas, hasta las que las atribuyen a sistemas de orientación de una raza atlántide, sin que falten todo tipo de teorías ufológicas. La región sureña del delta del Diquís ha sido la más agraciada con este tipo de objetos, desconcertantes por su perfecta esfericidad; este detalle hace volar la imaginación ante la lógica pregunta acerca de qué tipo de cultura, definitivamente desaparecida, fue capaz de tales obras. Son de los más diversos tamaños, desde unos 7 centímetros hasta 2 metros de diámetro; las más grandes llegan a pesar más de 20 toneladas. Algunas incluso están en lo alto de cerros, y casi siempre vinculadas a lugares de enterramiento, con objetos funerarios de oro y cerámica. 

 Su descubrimiento es relativamente reciente debido a que la mayoría estaban enterradas y olvidadas -lo que nos lleva a pensar en la cantidad de piedras que aun pueden estar por descubrir-, ya que Diquís era una región pantanosa que fue acondicionada en los años 40 para las plantaciones bananeras. Los primeros estudios los llevaron a cabo Doris Stone, en 1941, y sobre todo Samuel Lothrop, en 1949, cuando aun no habían sido movidas de sus emplazamientos. Una de las conclusiones de Lothrop fue que estas piedras estaban "fuera de contexto", es decir, que no pertenecían al mismo pueblo que elaboró los objetos funerarios encontrados junto a ellas; tampoco ambas cosas se encuentran en los mismos estratos geológicos. Las que han permanecido en la superficie presentan una erosión para la que hacen falta miles de años. 

Los pueblos precolombinos no realizaban obras abstractas. Los indígenas no sabían nada acerca de su elaboración ni su significado. Según la versión de la arqueología costarricense, las esferas se encontraban en antiguos asentamientos precolombinos, que en Costa Rica correspondería a la cultura boruca. Eran tratadas como bienes comunales, aunque siempre siempre bajo control del chamán de la tribu, que veía en ellas un objeto de poder y de conocimien to. Es decir, no eran objetos decorativos; para eso nadie se hubiera tomado tanto trabajo. Su elaboración se llevó a cabo a lo largo de mil años (400 - 1400 dC), aunque en periodos anteriores ya había otro tipo de objetos esféricos, que serían los antecesores de las piedras, a los que los que llaman "barriles". 

El material base es la granodiorita, roca volcánica muy dura, cuyas capas se desprenden como las capas de una cebolla. Pero, al parecer, no hay una línea de continuidad tan lógica entre barriles y esferas, ya que los primeros son muy toscos y las segundas tienen un acabado perfecto. El gradiente es demasiado pronunciado entre ambos para que supongan un vínculo coherente. La cantera de donde salieron se enc uentra en Palmar Norte. Los arqueólogos piensan que allí mismo se les daba una forma redondeada para poder llevarlas rodando a los poblados y, una vez allí, el artesano local les daría el acabado final. Claro que aun no hay una explicación muy creíble acerca de cómo podían llevar una esfera de dos toneladas hasta lo alto de un monte. Si acaso su mantenimiento en la ubicación original era un elemento fundamental para interpretar el sentido de estos objetos (muchas de ellas forman líneas y triángulos), eso ya se ha perdido para siempre, pues hoy en día están esparcidas por distintos lugares. 

En San José se les puede ver en parques públicos, como el de la Merced, o en la en trada del Palacio de Justicia o de algún banco, pasando por los jardines de la Universidad o algunos particulares (y hasta en los billetes de 5000 colones); aunque donde mejor pueden verse es en el Museo Nacional, donde incluso hay una partida por la mitad, tal vez para mostrar que en su interior no había oro, tal como contaban algunas historias locales acerca de lo que llamaban "bolas de indio". 

 La desvinculación entre el pueblo que las hizo y el que las usó con fines ceremoniales y funerarios es similar a la de los pueblos megalíticos, constructores de grandes monumentos como Stonhenge o Newgrange, que posteriormente serían utilizados por los celtas; estos últimos, sin comprender su significado, vieron en ellos un elemento de poder dejado por un pueblo anterior poseedor de unos conocimientos sorprendentes.

 
Artículo publicado en la revista Enigmas de la Arqueología / 2002 © Manuel Velasco

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